"Lo que mas me gusta de tí... Eres tú", le dijo bajito y con voz grave un mulato apuesto y muy educado a una recatada señorita treintañera mientras esperaban que le sirvan el almuerzo en un "paladar", una nueva modalidad cuentapropista de pequeños restaurantes hogareños que se esta extendiendo por La Habana.
La frase la escuchamos con Pablo Cabado un mediodía de mucho calor, en un descanso de una caminata fotográfica, mientras almorzábamos en el "Hurón azul", un paladar de Centro Habana.
El "Hurón Azul" está todo pintado de Azul. Un azul turquesa/mar caribe matizado por algunos degradés de nubes blancas vaporosas que se forman en sobrerrelieve por el salitre de las humedades.

Nos recibe un señor de la familia que hace el papel de maitre. Tiene puesta una guayabera verde fluo que combina perfecto con el azul turquesa. Un regalo de bienvenida.
Aunque somos los únicos (en la calle no hay un alma y si alguien entrase estaría muy claro quien llegó primero) el hombre insiste en anotar un nombre en una lista de reservas. Para no andar con vueltas , no romper el clima, me hago cargo y digo seriamente: "López".
Nunca me preocupe por saber que era el realismo mágico. Pero debe ser eso.Cuando todas las partes de una situación son conscientes de participar en un acto absurdo teniendo respeto por no delatarlo. Por no ponerlo en evidencia. Como un juego de gente grande.
También me pregunto porque le pusieron "Hurón azul". ¿Acaso el Hurón no es una especie de comadreja que habita en la praderas de Canadá o en las estepas rusas? ¿Estando a una cuadra del malecón, en una isla, no hubiera sido mas lógico ponerle de nombre "La sardina azul" o "El tiburón azul"?
En el lugar todo es pequeño. Un livincito a modo de sala de espera con sillones años 50 de cuerina verde, mesa ratona con pequeño caimán embalsado, un revistero con revistas viejas, una foto del Che tomando mate, fotos de la familia, una tapa de longplay de Celia Cruz, el clásico poster de ron Habana Club y estantecitos de vidrio con latas de cerveza vacía de distintos países, algunos raros y lejanos, puestas de adorno a modo de colección.
Cuando llega el turno (cuando se desocupa la primer mesa), el señor nos invita a pasar a los lugares destinados a comer, que estan separados por una cortinita. Se descifra claramente lo que fueron esos lugares antes: el cuarto de los niños, el dormitorio matrimonial, el baño familiar convertido en baño general...
Uno entra con cierto pudor. Con la sensación de meterse en las partes más íntimas de una casa ajena. Tres o cuatro mesitas por cuarto distribuidas en una inusual cercanía.
Me tiento a opinar sobre la idea de privacidad en Cuba pero mejor me tomo una cerveza. No hay que hablar por hablar...
Después de un rato largo viene la comida. Tostones, yuca, arroz con frijoles y un salmón grillé cocido en el exacto punto.
No cabe duda que en el lugar hay magia. Las situaciones se potencian entre sí y se cargan mutuamente de belleza: la frase inicial; la ternura anacrónica de la parejita cubana (ya están comiendo el postre tomados de la mano); la seriedad y profesionalismo con la que esta familia está aprendiendo su nuevo oficio de gastrónomicos; la sonrisa fresca, bondadosa, casi adolescente de Camilo Cienfuegos que nos acompaña y nos vigila desde un retrato al óleo.
El aire acondicionado no da abasto y alterna los silencios que impone el termostato con arranques que suenan como un jet en el momento de levantar vuelo. La señora cambia la música y trae otra cerveza. "Mami, no me mires a los ojos -dice el cantante- Tu mirada me mata, me arrebata, me enloquece...Hay que miedo...! Si tu mirada matara yo estaría en el cielo".
Mi corazón pampeano alcanza a registrar pero no entiende como se puede entender tanta pasión.
Color local y sentimiento. El estereotipo del estereotipo como camino para ir a la esencia misma del problema. Por ese callejón me gusta transitar. Como un mediocampista que sube desde el sur hasta el caribe con la ilusión de llegar al área haciendo paredes y tirando pases cortos con Diego y el Pibe Valderrama.
Con juego bonito y alegría brasilera.
Vuelvo a sentir pudor. Temor de como sonaran estas frases tan adjetivadas, tan barrocas, tan recargadas.
¿Que va a pasar cuando contrasten con las fotos?
No importa.
Arriba y adelante con los ideales del Santo y el Guerrero...!
Si hay que bailar, bailemos. Sino podemos hablar de los deseos ocultos, latentes, poderosos que se esconden atrás de una colección incompleta de latas raras de cerveza.
Marcos López