El sub-realismo criollo no necesariamente tiene que ver con el surrealismo.
Como el poplatino no necesariamente tiene que ver con el arte pop.
Sub - realismo criollo es igual a surrealismo autodidacta, igual a usar la palabra expresionismo en el sentido de la necesidad de expresar
fuertemente algo.
Obviedad. Adolescencia. Deseo y represión. Culpa.
Cierta rusticidad, cierta ignorancia.
Los muchachos de siempre conversando en la puerta del bar de la rotonda.
La curtiembre, el Tiro Federal, la parte de atrás del cementerio que se inunda
cada vez que crece la laguna.
La humedad. Lo gris de Santa Fe.
El resentimiento que provocan los amores no correspondidos.
Además, valga la aclaración: La Argentina no es México.
La Argentina son unos pastizales al Sur, sin alambrados, con
el gauchaje en pedo riéndose a carcajadas de chistes que nunca entendí.
Acá no vino ni Tina Modotti, ni Weston, ni William Borroughs, ni Trotsky
fue amante de nadie.
Acá no vino nadie.
Acá solamente vino Witold Gombrowicz y por suerte ahora el diario Página 12
editó 5 compacts de Atahualpa Yupanqui.
Te quiero. Te extraño.
Anoche recordé la suave textura de tu piel, que a la fuerza tuvo que adecuarse al ordinario roce de las sábanas baratas, al baño sin bidet, a las duchas o muy calientes o muy frías, a los jabones chiquitos, a las toallas chiquitas, gastadas y finitas.
Me da mucho dolor, mucha pena, cuando me instalo en el recuerdo de esas noches de miedo y frío en aquellos hoteles de segunda clase, alfombrados, con paredes revestidas en cerámicos y puffs de simil cuero.
Marcos López
