
Pronto -la semana que viene- se terminan las vacaciones en la casa que nos
prestaron en el country de Pilar.
Hago un rápido repaso de estos casi tres meses. Número uno: en mi memoria, quedará
la palabra "cantridepilar" como un sonido único.
La palabra depilar como un verbo: depilación, alguien que se va a depilar las
piernas... Que Pilar se va a depilar...
Muchas veces, en la autopista, cuando voy o vengo a Buenos Aires, juego pensando que después de marzo, no volveré nunca más en mi vida a Pilar. Como cuando fuí a Seul, como cuando fui una vez a Irlanda a tomar fotos a un pueblito donde se hace el whisky "Jameson", como cuando fui a Tampere, un pueblo de Finlandia. Siempre pensaba que nunca más en mi vida iba a ir a esos lugares. No pasó nada grave, pero eso mismo me pasa con Pilar.
En los atascamientos del tránsito juego a pensar con que el periodista Luis Majul me invita a su programa "A dos voces" y me pregunta:
López, ¿con que imagen se queda de las vacaciones en el country de Pilar?
Contesto después de un larguísimo silencio televisivo:
Limpiando la pileta al atardecer con la red de plástico celeste que tiene un mango largo
de aluminio de tres metros. Es lo que más me gusta de la casa con pileta: juego a que
rescato a unos cascarudos negros que tienen el pico como un gancho, hacia arriba, que
se mueve, que parecen tanques de guerra, con algo de templarios y animales pre
históricos. Imagino que son soldados después de una batalla y cayeron a un lago mal
heridos.
Los juntos con la red, uno por uno, los separo de las hojas amarillas de los árboles,
los separo de los pelos de los perros que flotan en el agua, de los palitos, y los
pongo uno al lado del otro a pocos centímetros del borde.
Con los pedacitos de césped les construyo unas camitas, parecidas a las cunitas de paja
de los pesebres donde acuestan al niño Jesús. Como si fuera un hospital de campaña. Como
los hospitales de la guerra del Paraguay que pintaba el manco Solano López con los
soldados sangrantes tirados en catres.
Acuesto a los guerreros, uno al lado de otro, cada uno en su cama de hojas y pasto húmedo, y luego me meto al agua y agacho las piernas para que los ojos me queden justo/ exacto en el mismo plano visual que los guerreros, a cinco centímetros de distancia, hago un canuto con la mano como si fuera un catalejo para verlos, camino en un lento travelling horizontal, y les hablo para darles valor, para que se curen, para que revivan, para que recuperen su fuerza.
Me concentro en los gestos y la voz del Che Guevara, de Chávez y de Fidel Castro y
les hablo en ese tono. Casi a los gritos. Moviendo las manos con el dedo índice
amenazante.
Les digo que son indispensables. Les hablo de América Latina, de San Martín, de
Bolivar... La historia de la humanidad se me viene encima cuando veo la forma de estos
bichos. Se me hace un flashback desde los dibujos de bisontes y tigres de esas cuevas
de Francia que filmo Werner Herzog. Pienso en el arte, en la literatura, en los
procesos políticos latinoamericanos, en la inutilidad del arte y en que la historieta
Nippur de Lagash que leía en la revista D´Artagnan en el pueblo de mi infancia tiene la
misma potencia/intensidad que los cuentos fantásticos de Borges.
Me entretengo pensando cualquier cosa pero no dejo de ordenar a mis guerreros. Algunos
mueren, pero otros se van rehabilitando.
Luis Majul me mira y sonríe, intenta cortarme, pero yo no lo dejo hablar. Lo paro
con la mano. Y sigo:
Otro recuerdo de la casa del "cantridepilar" es una breve historia de la primera vez
que llegamos en el auto lleno de cosas con mi familia, el día antes de navidad, y el
guardia de seguridad me paro para pedirme identificación. Como no traía nada, me hice el
gracioso hablando de varias cosas al mismo tiempo, y el tipo me dice:
"¿Por las dudas usted no es el fotógrafo que estuvo en la radio con Andy Kusnetzoff y
que sale en un programa de TV sacando fotos en Santerías?"
"Sí, le digo contento... soy yo..."
"Lo reconocí por la voz!!", dijo el tipo... "por el tono de voz!!!" y comenzó a reirse.
Se puso contento.
"Qué graciosa estuvo esa entrevista...!! Qué manera de hablar (...) !!!"
La palabra boludeces no la pronunció... hizo un sonido buscando un sinónimo, pero la
palabra boludeces no se animó a decirla.